QUE QUIERE DIOS QUE HAGA CON EL PERDON

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como es el perdon para Dios

PADRE, PÉRDONALOS POR QUE NO SABEN LO QUE HACEN Lc. 23:34. El ejemplo del Señor Jesús es bien evidente. En ningún momento él regateó esfuerzos para estar en paz con los demás, a los que amó hasta el momento mismo de su muerte. Sin embargo, a pesar de su carácter santo, irreprochable, vivió rodeado de enemigos que, en último término, le llevaron a la cruz.
por que debemos perdonar
El PERDÓN, sin embargo, no necesita de la paz. No depende de la reconciliación, va más lejos de la restauración de la relación. Así como Jesús sufrío en la cruz por nosotros, asi hemos sido perdonados, aun ahi  amandonos y perdonandonos, cerca ya de la agonía, pronuncia unas memorables palabras que contienen, en forma de síntesis luminosa, el meollo del Evangelio: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Lc. 23:34


Puedes hacerlo tú solo. El PERDÓN puede ser unilateral: yo puedo, y debo, perdonar aunque la otra persona se muestre reacia a perdonar o ser perdonada. Puedo perdonar en la intimidad de mi corazón, en secreto, sin que la otra parte lo sepa. Este fue el caso de Esteban cuando, a punto de morir exclamó: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado Hch. 7:60. Debemos estar dispuestos a perdonar aunque no se nos pida, o incluso cuando siguen ofendiéndonos.
Pero sí que nos pide amar a quien nos ofende con el amor de Cristo que es fruto del Espíritu, el agape de Cristo. Alguien dijo que el perdón es la mejor manera de liberarse y liberar  de los enemigos. Ro. 12:20-21.
Si no somos capaces de ver primero «la viga» en nuestro propio ojo, difícilmente llegaremos a perdonar al prójimo. Este fue el procedimiento que siguió Jesús en casa de Simón el fariseo Lc. 7:36-50. Simón veía con nitidez los pecados de aquella mujer, pero estaba ciego ante sus propias faltas. Por ello, Jesús las pone al descubierto: no me diste agua para mis pies... no me diste beso... no ungiste mi cabeza con aceite Lc. 7:44-46. Es interesante observar que eran pecados de omisión: Jesús no le recrimina un mal que había cometido, sino un bien que había dejado de hacer. Y es que, para Dios, tan graves son nuestros pecados de omisión como los de comisión. La reprensión del Señor a Simón apunta a un aspecto crucial: la esencia del pecado no está en el mal que le hacemos al prójimo, sino en el bien que dejamos de hacerle a Dios: dejar de darle la honra y adoración que merece  Ro. 1:21.
Por tanto, PERDONAR requiere, primero, arrojar luz en los oscuros rincones de nuestra conducta y descubrir la sutileza del pecado que mora en mí: el egoísmo en nuestras motivaciones, la soberbia, el orgullo, el laberinto de nuestras pasiones, nuestro potencial violento, la vanidad y una lista larga de «obras de la carne» se ponen al descubierto cuando nos miramos en el espejo de la PALABRA DE DIOS. Los seres humanos tenemos la vista muy fina para ver la «paja» del ojo ajeno, pero sufrimos miopía a la hora de descubrir nuestras faltas.

La incapacidad para reconocer el PECADO propio es un gran obstáculo para perdonar porque lleva a la soberbia. Y una persona soberbia trata a los demás con tanta severidad como es indulgente consigo misma. Este fue el problema de Simón en particular y de los fariseos en general. Por ello Jesús, en otra ocasión tuvo que avergonzarles con aquel reto: el que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella Jn. 8:7. Por el contrario, reconocer nuestras faltas nos pone en una situación de humildad, nos hace sentir «pobres» delante de Dios y nos lleva a exclamar la petición del Padrenuestro   perdónanos nuestras  deudascomo nosotros perdonamos a nuestros deudores. Mt. 6:12
Experimentar el perdón de Cristo
Simón tenía dificultades para aceptar y amar a la mujer pecadora no sólo por su orgullo, sino también porque él mismo no había experimentado el perdón: aquel a quien se le perdona poco, poco ama le dijo Jesús Lc. 7:47. En la medida en que yo me siento deudor de Dios -conciencia de pecado- y perdonado por él, seré capaz de perdonar al prójimo.
Es cierto que el PERDÓN no es patrimonio exclusivo de los cristianos; pero el creyente es quien está en mejores condiciones para perdonar porque él mismo lo ha experimentado. Suplicar el perdón de Cristo y recibirlo nos obliga moralmente a perdonar: si el Señor me ha perdonado tanto a mí, ¿cómo no voy a perdonar yo tan poco a mi prójimo? 
Pasos para obtener el perdón:
1. Reconocimiento de la condición de pecador (1 Juan 1:8; Salmo 51:2,3). 
2. Arrepentimiento sincero (Hechos 3: 19; Lucas 3:8; 13: 3-5). 
3. Aceptación de Jesús como único Salvador (Hechos 4:12; 5: 31; 10: 43). 
4. Confesión. La confesión es indispensable (Salmo 32:1-5; Proverbios 28:13). Debe nombrar el pecado cometido. (Levítico 5:5). Pagará por los daños causados (Levítico 6:4). La confesión debe ser hecha a Dios (1 Juan 1: 9; Isaías 1: 18- Salmo 103: 3). 
5. Conversión (2 Crónicas 7:14; Hechos 3:19).
El maravilloso perdón de Dios. Dios perdona completamente (Isaías 43:25; Hebreos 8:12; 10:17) . El perdón es gratuito (Romanos 3:24). Somos perdonados en el acto (Lucas 23:39-43). Obtener el perdón es como arreglar una cuenta pendiente. El pecador no tiene con qué pagar la deuda; pero Jesús la pagó por él en la cruz del calvario y ofrece los méritos de su sacrificio al que desee aceptarlos.
Los pecados deben ser declarados a Dios, porque El puede perdonarlos. No puede haber perdón a menos que haya sincera y completa confesión (Proverbios 28:13). “La confesión de nuestros pecados, ya sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria. No debe ser arrancada al pecador. No debe hacerse de un modo ligero y descuidado. La verdadera confesión es siempre de un carácter específico y reconoce pecados particulares… La confesión no es aceptable para Dios si no va acompañada por un arrepentimiento sincero y una reforma.

Conversión. Como resultado del arrepentimiento y la confesión se produce un cambio radical en el carácter del pecador. Si alguno está en Cristo nueva criatura es: Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas,, (2 Corintios 5:17).
Los que llegan a ser nuevas criaturas en Cristo Jesús producen los frutos de su Espíritu: Amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. Ya no se conforman con las concupiscencias anteriores, sino por la fe siguen las pisadas del HIJO DE DIOS, reflejan su carácter y se purifican a si mismos como El es puro. 
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos… Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira  (Romanos 5:1, 6, 8 ,9).
La Biblia nos llama PERDONARNOS los unos a los otros, «como Dios también nos perdonó en Cristo de la manera que Cristo nos perdonó. (Efesios 4:32; Colosenses 3:13). Estas expresiones nos dan la medida del perdón: es un perdón completo, sin reserva alguna, y que no deja permanecer en nuestro corazón el menor residuo, el más ínfimo recuerdo del agravio que se nos ha hecho, a imitación de Aquél que declara "Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones" (Hebreos 10:17). También nos enseñan cuál es el ca­rácter del perdón que hemos de conceder.
   
el Señor y el Perdón
El amor, del cual debemos "vestirnos" Colosenses 3:14, lle­vará aquel que está dispuesto  a PERDONAR pero que todavía no puede hacerlo. Perdonar como fuimos perdonados, amar como nos has amado y permanecer en ti.



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